RSS

Rendirse es fracaso seguro

Las personas nos rendimos muy rápido. A la primera de cambio, cuando vemos que el «fregao» se apoderó de la situación, saltamos como cobardes y nos lavamos las manos en señal de «no tengo nada que ver con esto». Rompemos rápidamente con él o la de turno y nos vamos tan orondos dejando corazones destruido, rotos, inservibles.

Las personas tenemos una capacidad para huir de los problemas emocionales y cortarlos de raíz fácilmente, no nos importa cuán implicado esté la otra persona o qué es lo que estemos arriesgando al dejarlo todo solo porque al final resultó que no era como se pensaba y una desidia toma el protagonismo en la relación.

He sido y soy una adicta a las relaciones, me he enamorado muchas veces, imagino como varias que aquí me leen. He fracasado como tantas otras, he rezongado como la que más y he llorado como nadie seguramente; pero lo que más me ha caracterizado en este panorama sentimental mas parecido a una película de Hitchcock es que jamás de los jamases, aún cuando lo hubiere visto negro, nunca he saltado de una relación si antes haber luchado por ella hasta el final. Y con esto no quiero decir que me he embobado incluso con algún imbécil borrachoso y pegalón al que había que soportarle sus vicios, no!, yo no estoy hablando de esa clase de relación; mi reflexión va más inclinada a la «constante» (por llamarle de alguna manera) que conlleva el comprender a la otra persona y no tirar la toalla hasta que no hayamos agotado todas las vías para salvar la situación.

beso-coctelera-585

Con los tiempos nos hemos vuelto unos prácticos… o lo que es correcto decir unos temerosos que huimos a la primera de cambio, nos asusta tener que enfrentar a la otra persona y discutir entre dos ese punto álgido que hace que la relación no funcione. Ahora, como gallinas, saltamos del cuadrilátero en plan huida al menor atisbo de que algo no funciona. Ya no nos tomamos ni siquiera el tiempo de conversar con la pareja el porqué, el qué o el cómo; simplemente claudicamos sin luchar por esa relación por la que un día lo dimos todo.

Conclusión: Este mundo se está llenando de cobardes.

Somos unos cobardes sentimentales, unos patanes que ilusionamos siempre, que NOS ilusionamos día a día pero que no estamos dispuestos a trabajar ni una pizca por  lo que decimos que nos importa, que a la mínima de cambio desaparecemos del panorama conyugal de la forma más simple, sin luchar, sin tratar de mejorar lo que seguramente a base de comunicación es mejorable. Nos da pereza, nos amilanamos y nos vamos por la vía del EXIT que nos resulta más cómoda. O somos unos cobardes o simplemente no le damos a la persona la importancia que realmente tiene, a los sentimientos el lugar que se merecen y al amor que decimos profesar el valor que en realidad tiene y, por el contrario, damos demasiado interés a lo anodino, a las pocas ganas de intentarlo.

A mi no me gusta ser de las que abandona el ring. Me pueden haber llamado de todo, soy Lessar y estoy llena de infinidad de defectos (y cuantos más mayor me hago, más, seguro); pero cuando he creído en una persona y la he querido he dado hasta lo indecible por entenderla y llevar una vida buena a su lado. A veces ha ido bien, en otras, por mucho que lo haya intentado, ha terminado mal y lo hemos dejado, pero no he abandonado hasta no haber luchado hasta las últimas consecuencias o quemado el último cartucho, como diría Bolognesi.

Las discusiones en la pareja son normales, ¿Cuándo entenderán esto los enamorados?. Las diferencias entre dos que se están conociendo resultan frecuentes, reincidentes, habituales. Solo hay que pensar que dos personas se están encontrando, con toda una experiencia pasada, para formar algo en común entre ellas, entonces resulta usual que cada una de ellas traiga consigo una serie de diferencias que deben encontrar un lugar en ese algo nuevo que ambos estáis construyendo. Yo lo tengo claro, y vosotros?

La comunicación es la clave para entender a ese otro, su postura, sus reacciones, «la situación». Sin comunicación no hay éxito y eso es algo que hay que tenerlo claro. La única forma de conocer y comprender a nuestra pareja es conversando con él o ella, preguntando antes de dar por hecho, cuestionar de la manera más honesta y adulta antes que los malos entendidos nos asalten y rompan lo poco o mucho que hemos construido a lo largo del tiempo juntos. Con lo cual: siéntate con el galán de turno y pregunta y pregunta hasta saciar tus dudas, hazle sentir que te importa y cede, cede y cede porque en el ceder, por parte de ambos, está el triunfo.

Todas las parejas pasan por estadios de problemas, eso es algo incontrolable, lo que es controlable es la capacidad que tenemos de resolver las diferencias sin necesidad de dejar que la relación se pierda a la deriva. La victoria es de los que, a pesar de verlo «negro», ponen de su parte para solucionar los inconvenientes. Ningún lauro se gana siendo un irresoluto, gallina, cagón y pusilánime…. aunque quizás esa actitud no sea más que la muestra de una inmadurez que salta a relucir de ese o de esa que un día dijo te quiero y que estaría dispuesta a luchar por una relación y que desde un principio nunca tuvo fe en lo que construíais juntos. Si es así pues que se largue por donde ha venido, que recoja sus enseres de casa, sus calzoncillos y sus miserias para llevárselas a otro lado; pero en mi caso, en el nuestro, en el tuyo que creemos que quien comparte nuestras vidas es el indicado que sea al menos que se está dispuesta a dejarlo ir (la relación) pero no sin antes habiéndonos dejado, en ese cuadrilátero amoroso, la piel por salvarla.

Para todas aquellas mujeres que no saltan del cuadrilátero y han guerreado hasta el final.

Y esta canción… pues porque me gusta, nada más.

 
Deja un comentario

Publicado por en julio 1, 2013 en historias

 

Etiquetas: , , , , , ,

Cromo repetido no completa el album

Las masas nos movemos de la manera más sorprendente. A menudo no sabemos elegir, a menudo tropezamos constantemente contra la misma piedra, no aprendemos de los errores y nos dejamos llevar por los caminos del amor que algunos catalogan de insondables y difíciles de caminar. Y no, no es que las cuestiones del amor sean complicadas, enrevesadas, engorrosas, liosas o embrolladas, no,  somos nosotros, las personas, las que insistimos en autoflagelarnos como si en el hecho de hacerlo algo hubiésemos de ganar en ello.

Hace muchos años atrás cayó entre mis manos un libro que me recomendara mi psicóloga, si, esa que un día me dijo: «Chica tu no tienes solución si no te ayudas». Si, esa misma psicóloga que creo luego necesito de otro psicólogo para resolver su cabeza después de tantas cosas que le dije terapia tras terapia (pobre ella). En fin… el libro que me recomendó y que os recomiendo también se llamaba «Las mujeres que aman demasiado», escrito por Robin Norwood. No sé qué le pudo pasar en su vida a esta literata, con quién tuvo la mala fortuna de encontrarse para poder plasmar en palabras un conjunto de situaciones que a más de una, estoy segura de ello, nos ha pasado y con frecuencia, resaltaría. Norwood afirma que si al amar estamos sufriendo quiere decir que «estamos amando demasiado». Que si perjudica nuestra salud emocional entonces «estamos amando demasiado». Pero qué es sufrir en el amar? Quizás no sea otro que dar más de lo que recibimos, enfrascarnos en una relación en la que solo cuenta uno cuando son dos. Cuando se cree que hay un vínculo y este es autodestructivo. Quizás pensar que alguna vez nos veríamos como protagonistas de aquellos cuentos variopintos de príncipes y princesas con los que nos «envenenaron» en la niñez y que «viviríamos felices comiendo perdices» con el galán de turno.

Encadenados

Cada relación que iniciamos es un renacer en ilusiones, al pasar el tiempo va degenerando, a veces dan ganas de salir huyendo. Saltamos en huida como paracaidistas con la fortuna y la suerte de no sufrir rasguño alguno, para luego, como tarados e imbéciles, volver a subirse a otra relación exactamente igual de destructiva de la que habíamos salido bien librados y con fortuna tiempo atrás: Repetimos patrones. Reincidimos en la estupidez.

Eso le pasa tanto a hombres y mujeres, pero como este blog va más dirigido a mujeres pues a ellas es a las que quiero hablar. Si, a mi vida, llegaron algunas «víctimas afortunadas», pocos, pero todos iguales. Todos catalogados como el «hombre ideal» unos más ideales que otros pero se podían llevar tranquilamente ese calificativo. Ahora me doy cuenta que sí eran ideales. Ideales para no enamorarse ni tomarlos en serio. Ideales para dejarlos pasar. Ideales para no escucharles. Ideales para pasar de largo por mucho que sus brazos, como tentáculos de mentiras, quisieran conquistar este corazón, en ese entonces, desprovisto de amor. Todos si no han sido iguales al menos podría calificarlos de parecidos. Los denomino «Los hombres mal polvo» porque como los malos polvos comienzan con entusiasmo para finalmente terminar en fiasco, en nada, a medias, en conclusión, en una gran decepción.

tonyjanet

Insisto: repetimos patrones y, señoras, cromo repetido no completa el álbum, créanme. A veces es necesario mirar desde el otro lado del visor es decir convertirse en el ojo espectador de nuestras propias relaciones para ver y entender lo mal que lo estamos haciendo, que no es sano reincidir con el mismo patrón de novio porque de dónde no hay no se puede sacar por más que insistamos. Hay que tenerlo bien en claro.

Pero por qué caemos en repetidas ocasiones en este tipo de relaciones? Por qué «amamos demasiado»?:

1. Somos taradas igual que ellos.

2. La soledad muchas veces nos pesa, nos ahoga y desespera.

3. «Nos queremos dejar engañar».

4. Todas las anteriores.

Mas que seguro: Todas las anteriores.

Yo ya no le encuentro el gusto. Ya no le encuentro la lógica. Ya no me apetece ser quien da más para recibir menos. Si hemos de hacer de la relación un juego, creo que después de algunos tropiezos he aprendido a jugar. Luego de mucho esperar aprendí que quien es egoísta lo será siempre, que quien con dolo te habla te hablará siempre, que quien te quiere a medias,a medias lo hará siempre, que a quien no le importas lo suficiente no le importarás nunca. Aprendí que las personas no cambian (si alguno lo hace es con mucho trabajo personal y de esos hay pocos) con lo cual vivimos eternizándonos, tratando de rescatar a quienes son inútiles de ser rescatados. Que no quieren, que no lo desean, que no les importa. Aprendí a rescatarme a mi misma y dejar de ser esa protagonista de ese libro para convertirme en otro personaje quizás más adaptable a mí (aún busco ese libro). Aprendí que hay frases muy trilladas que no son verdaderas y que nos llevan a imaginarnos paraísos que no existen como aquella que recita «y vivieron felices para siempre».

En el estrellarse y en el caerse está el aprendizaje dirán algunos, pero ya os digo que hay cosas por las que no hay que pasar, sí y solo sí, si has aprendido a jugar el juego, si eres consciente de ese juego, del personaje que comparte tu cama, tu espacio, si has aprendido a dar tanto como recibes, si para ti resulta una relación llevable adelante, pero no has de esperar nada de ninguno que antes no ha sabido darte absolutamente nada y que por el contrario se ha comportado como el eterno egoísta. Si aprendes a jugar ese juego entonces es que os habéis mimetizado el uno con el otro, te ha devorado la esencia con lo cual los dos habéis ganado.

Dedicado a todos aquellos «malos polvos» que nos ayudaron a madurar en el amor.

Lessar.

Love this song!

 
4 comentarios

Publicado por en abril 15, 2013 en historias

 

Etiquetas:

No, ahora sencillamente ya no me apeteces.

Si tuviera que hablar con mi madre y contarle todo lo acontecido me diría: Ay hijita, te lo tienes merecido por «pasionista». No sé de donde sacaría ese adjetivo: Pasionista. Siempre se lo escuché decir cuando debía de echarnos la bronca a mi o a cualquiera de mis hermanas cuando íbamos con algún mal del corazón no resuelto y con lágrimas a buscar consuelo a los pies de su cama, acto seguido continuaba su mini discurso colocándonos la mano sobre la espalda diciéndonos con voz queda: Todo pasará, todo pasará. Y ahora lo entiendo.

Cuando tenía a Marianito en mi vida lo único que deseaba era salir huyendo de la relación, ¿Por qué? Aún no lo sé. Imagino que estaba con él para matar el tiempo, para sentirme querida o importante en la vida de alguno, porque no me interesaba otra cosa que tener quien me preparase el almuerzo, estuviera por mis “huesos” o simplemente me calentara la cama. He de reconocer que nunca hubo nada que nos uniera de forma absoluta. Éramos muy diferentes y bajo conciencia de esa diferencia nos animamos a estar juntos creo yo más por apetencia sexual que por otra excusa que suene más emocional; y así nos fue,  como “el rosario de la aurora”, ahora ni nos hablamos ni somos amigos, no llegamos ni al calificativo de conocidos.

Luego, los demás, aquellos con los que compartí una noche o varias y se quedaron en mi casa esperando ocurriese “algo” más que un simple revolcón guardo muy buenos recuerdos, podría atreverme a decir que muchísimos más y mejores que con los que tuve una relación “formal y seria”;  imagino que la ausencia de compromiso alguno hace que las energías fluyan de otra manera, más relajadas quizás, menos estrictas y más simples, caso contrario cuando se está en una relación, cuando ya se tiene el compromiso parece ser que todo debe de ser perfecto y hemos de estar respondiendo a las expectativas del otro continuamente. Pareciera que debemos ser únicos e impecables en nuestros haceres porque a la mínima de error nos encontramos enzarzados en una batalla verbal que busca un ganador.

Así es como terminan luego las relaciones, simplemente porque en un momento de cordura mental nos hemos dado cuenta o el otro se ha dado cuenta que no somos como creía que seríamos cuando empezamos la relación o viceversa.

Pasionista es el termino entonces, ahora  bien,  si pasionista como bien dijera mi madre es el término que define el creer y querer de verdad entonces lo soy; pero qué pasa cuando ese afán pasionista no existe más, se pierde con el tiempo, cuando se deja de ser… que, sin darme cuenta empiezo por sentir una inapetencia hacia la otra persona bastante radical. Es decir,si para una cosa soy dada a los afectos positivos también me es fácil trasladarme hacia la otra parte que son los sentimientos negativos. Blanco y negro, nunca mejor dicho.

Y sucede que de tanto querer un día te despiertas  y ya no hay nada, no importa  si el otro existe o no, si se desintegra o volatiliza, si está o no está, ya no importa cómo le va en la vida, si está bien o mal, o si se acuerda de ti o pasa de todo sencillamente porque has dejado morir el sentimiento y no has hecho nada por rescatarlo, y estoy segura que  tampoco se lo merecía; aquí es cuando recuerdo aquella otra frase de mi madre que repitiese siempre: Todo pasará, todo pasará. Sin lugar a dudas todo pasa incluso el amor.

Nos radicalizamos muchas veces en los afectos (yo la primera) no importa si eres hombre o mujer, seguro por necesidad más que por otra cosa, por la soledad, por la nostalgia, por la estupidez de estar acompañados sea como fuere. En medio de esta nebulosa tomamos decisiones poco afortunadas y nos convertimos en presas fáciles de mercenarios del corazón, sin quererlo, sin pretenderlo nos complicamos la vida dejándola en manos de quienes muchas veces no valen la pena ni tenerlos siquiera de amigos. Muy personalmente creo que cuando una relación termina al hacer el balance a posteriori lo mínimo que ha de quedar dibujado en nuestro rostro es la sonrisa de haber compartido momentos buenos y dignos de ser recordados a lado de esa persona que ahora nos deja o estás dejando, si en caso contrario no te apetece ni siquiera saber de él o ella es porque no hubo nada que os uniera de una manera magnífica, bonita y única.

Tengo claro pues que todo lo que empieza de una u otra forma acaba. Y no, no me digáis que no, porque entonces no habéis tenido una relación seria o de años con nadie. Todo acaba  o pasa a otro estadio, fase o etapa defínanlo como quieran, incluso las relaciones de años (que todos hemos estado con alguien ya sea seis meses, tres años, doce, veinte) da igual el tiempo, todo acaba y pasa a ser otro proceso, otra forma de amor, no sé como llamarle… pero sé que si somos conscientes de que ese proceso tarde o temprano hemos de pasarlo y decidimos hacerlo desde la perspectiva de que nada es eterno, mucho menos el “amor”, entonces no nos cogerá desprevenidos; si al pasar al siguiente estadio se quiebra la relación y se rompe, y cada uno elige su camino, al menos que pueda quedar algo digno de una sonrisa, para consuelo o provecho, y no la actitud de un pasotismo brutal que nos lleve a pensar que muy a nuestro pesar hemos perdido nuestro tiempo y, en mi caso personal, que ya no me apeteces ni siquiera como amigo.

Lessar.

Letra de las buenas por donde se le mire.

 
3 comentarios

Publicado por en May 24, 2012 en historias

 

Etiquetas: , , , , , ,

El «Tal vez» no sirve ni siquiera de consuelo

Cuando una relación termina, finiquita en buenos o malos términos -eso depende de la historia personal-, los reclamos hacia nuestra persona empiezan a asomarse como espectros, fantasmas que no dejan de revolotear a nuestro alrededor recordándonos que algo no hicimos bien, que quizá nunca entendimos al otro, que no supimos estar a la altura o simplemente no estuvimos cuando debíamos estar, que nos dejamos sin hacer esto o aquello, o que no dijimos todos los “Te quiero” respectivos que hicieran no cupiera duda alguna de lo que sentíamos. El “Tal vez” se asoma como acusador, como el más perverso de nuestros inquisidores.

Pero ya no hay nada que hacer, el tiempo ya pasó y no hay vuelta atrás y entonces debemos de seguir en la senda que tenemos llevando en nuestro baúl personal las vivencias que para nuestro consuelo no fueron tan malos, aunque si mirásemos con mas inri el asunto descubriríamos que no todo fue tan perfecto como lo queremos ver ahora en la distancia.

Y es que el corazón es así, o mejor dicho, nosotros somos así. Seleccionamos de nuestras vivencias los apartados que no fueron desagradables, los buenos, los intensos, los que nos sacan la sonrisa. Por qué? Porque somos así: expertos en dejar lo malo de lado para seguir viviendo, para volver a intentarlo, no encontramos la razón del por qué ya no estamos mas acompañados, o por qué el otro prefirió dejarnos de lado para seguir su historia personal que ya no quiere que sea con nosotros si era perfecto, si éramos los mejores. Primera y auténtica falacia! si algo termina es porque no funcionaba ni antes ni después.

Dentro de las relaciones se cuecen todo tipo de historias: las buenas, las no buenas, las malas, las desagradables, las intensas, las aburridas, las nefastas… para finalmente llegar a las que son dignas del recuerdo. Es parte del vivir. Seleccionamos lo bueno para seguir adelante. Si por un momento sólo recordásemos lo malo que nos haya pasado terminaríamos enfermos, enfermos de rabia, de dolor, de tristezas. Los depresivos solo piensan en lo negativo, en lo malo, en lo que no alimenta. Los positivos ven de lo malo algo bueno, un aprendizaje, lo denominan experiencia.

Y no, no es que no hayas hecho más de lo que esperaban de ti, es que en ese momento era lo que debías de dar. Por alguna circunstancia se tomaron las decisiones que creíste conveniente. Entendías la situación en ese momento y actuaste conforme a ella, según como ameritaba el momento, por lo tanto y por consiguiente, no hay error, no hay cosas hechas de menos simplemente había lo que tenía que haber.

Estabas cuando te necesitaron, estabas para decir ese “Te quiero” que tomó tiempo te lo sacaran de entre los labios. Comprendiste en la medida que te comprendieron y diste de ti lo que tenías que dar. No hay más nada que reprocharte, no hay que mirar al pasado como el “si hubiera” primero porque ya es muy tarde, segundo porque en ese momento era lo que te nacía hacer.

Hay que olvidar pues el “Tal vez”. “Tal vez no lo escuché”, “Tal vez si hubiera estado con él o ella”… “Tal vez si le hubiera besado más…” No, a agua pasada el “Tal vez” no sólo no nos permite avanzar sino que busca culpables donde sólo hubo circunstancias nefastas… Tarde o temprano la cuerda se iba a romper o quizá “Tal vez” nunca te amaron como creías o amaste como pensabas…

El amor es así: un tira y afloja de decisiones y circunstancias que un día, sin quererlo o imaginarlo nos sorprende en la puerta de nuestra casa, a los pies de esa cama que compartimos con una llamada diciéndonos Adiós, y ya no hay nada que hacer. El «Tal vez» ya no nos sirve ni siquiera de consuelo.

Alguna vez escuché decir: “Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado”

Lessar

Y porque me gusta esta versión.

Me encanta esta, de las mejores. Me gusta la letra, me gusta el cantante, me gusta la canción.

 
2 comentarios

Publicado por en May 10, 2012 en historias

 

Y fui, y te creí.

No había pasado tiempo cuando, sin quitarme de la cabeza la historia del chico guapo, hizo su aparición en este panorama sentimental «Brazos». El chico único y capaz de llenar de palabras y «mentiras piadosas» mi cabeza con coros de promesas eternas y de amores de telenovela. «Brazos» se llamaba porque los brazos eran lo más significativo que tenía después de una historia personal muy suya bastante desagradable, no digna de ser contada.

Cuando estás abierto al amor, estás abierto a todas sus mentiras y a las fantasías que le acompañan, cuando la sombra del amor se pasea por entre los pasillos de tu casa y se posa como espectro dentro de tu habitación y a los pies de tu cama poca cosa puedes hacer ya para frenar lo que como ola de sensaciones y avalancha de emociones está a punto de suceder frente a tus narices. Cuando el amor te ronda y te dejas llevar por él no vale de nada la experiencia previa, el alzheimer es una gran ayuda que permite olvidar que una vez, hace no mucho y con mucho dolor alguien rompió ya tu corazón y jugó con tus sentimientos. Y no, no lo recordamos, hemos decidido olvidarlo, porque preferimos creer que simple y llanamente no todas las historias tienen que ser iguales, no han de repetirse, o que por el contrario no podemos tener tanta mala suerte de encontrarnos a otro hijo de puta que vuelva a hacernos daño. Entonces caemos, nos dejamos llevar y volvemos a sentir que por un momento todo es maravilloso, verdadero y que por esta vez, solo por esta vez, ya podría ser verdad y cierto que encontraste a tu media naranja.

Pero, ¿Cómo así nos dejamos convencer? «Brazos» tenía muy pocas cualidades: No era alto, no era guapo, no era divertido, no era inteligente, no era chic, ni era conocido, no era nada pero a la vez lo era todo; por primera vez estaba frente a alguien que no era o no tenía nada que ver con el «chico guapo» por eso, y nada más que por eso, me convenció al punto de creer en sus palabras. Que es lo que hay que hacer! sino… ¿Cómo hemos de ir por el mundo sin creer lo que nos digan los que dicen que nos quieren? es imposible, creo muy personalmente. Si parto de la base de que alguien dice quererme y me lo demuestra entonces por qué no creer que puede ser cierto y duradero. Por qué no? ahora me digo después de lo pasado que no hay que creer todo lo que nos digan porque solo faltará cuestión de tiempo para dar por ciertas las palabras y las promesas. Aquel o aquella que promete, ya sea amor, cariño, o cualquier cosa, y no piensa cumplirlo, ya el tiempo se encargará de demostrarnos lo grande de sus mentiras. El tiempo es el único que nos ayuda a ver de cerca a los farsantes, si, esos mentirosos que se llenan la boca con promesas que jamás de los jamases cumplirán. El tiempo, si el tiempo ese es el mejor amigo que nos dará el bofetón pertinente en el momento que te demuestra que después de tres meses, cuatro o seis todo lo que escuchaste y aceptaste como ciertas y posibles eran puras mentiras salidas de la boca de un impresentable y cobarde que no tiene mejor arma que permitirse ser aceptado en base a promesas y mentiras de patas cortas.

«Brazos» ha sido un mentiroso profesional, mas que el «chico guapo», más que Marianito. No, Marianito no es mentiroso simplemente es ruso, con sus cosas rusas. «Brazos» es diferente, es un mentiroso que ilusiona y hace daño, lo que pasa que yo por esta, sólo por esta vez, fui peor persona que él aunque no lo sabe, yo si que sabía a qué clase de persona tenía delante, y no dije nada, le seguí el juego y le hice creer que me creía sus promesas, con el paso del tiempo me estoy haciendo mayor y una profesional del «no querer con el corazón»; por lo tanto lo siento «Brazos» tu crees que me haces daño, yo te digo que no, contigo no he perdido nada, quizá solo mi tiempo y poco más.

A todos lo que están cansados de que jueguen con sus sentimientos, pero aún esperan la llegada del o la esperad@! Me encanta esta canción! Waiting for the big one!

Ya sé que no estoy escribiendo mucho, pero os prometo que cambiará, ya no estoy ocupada con nada que ocupe todo mi tiempo ni mi cabeza, menos mal, así que volveré en breve a contarles «estas cosas del corazón» con las que tanto nos divertimos.

 

 
Deja un comentario

Publicado por en marzo 5, 2012 en historias

 

Etiquetas: , , , , , , , , , ,

Buscando aprender

Al final aprendemos… se dice que se aprende por la capacidad que tenemos de repetir sobre nuestros errores y volver a mandarse las mismas cagadas una y otra vez, estamparnos contra la misma pared en repetidas ocasiones y sin descanso, no atendiendo a la vía de escape que reluce en fosforescente sólo y a escasos centímetros de nuestro lado. Aprendemos, claro que sí, pero después de habernos, algunos, dejado la piel como papel tapiz sobre el concreto.

Para aprender sobre el amor hay que enamorarse, para ello nos pasamos toda una vida mirando aquí, mirando allá, ilusionándonos, buscando a la persona que se parezca tanto a nosotros, que le guste lo que a mí me gusta, que comparta mis aficiones, que lo que esa persona desee sea igual a lo que yo desee también. Nos pasamos la vida buscando a ese clon que lo comparta todo conmigo, que se asemeje a uno. Vamos buscando incesantemente a aquella persona que se parezca tanto a nosotros para poder meterla en nuestra casa y compartir la vida, como si uno mismo fuera la auténtica joya andando por las aceras. Como si nosotros fuésemos lo mejor que ha parido madre o simplemente la gran cosa.

Y ocurre que después de un tiempo, ya juntos, viviendo en pareja de pronto un día cualquiera uno asoma el cuerpo por entre la puerta de la habitación y simplemente todo cambió. Si él quiere frío, yo quiero calor. Si ella dice blanco, él responde negro. Ahora resulta que me gusta el buceo y a él la bicicleta y de montaña. Así por así, entonces, derrepente ya no quieres volver a casa, ya no te interesan los temas de conversación, ya no deseas cruzar el umbral de la recámara, ya no buscas coincidir, así, nada más empiezas a buscar tu espacio, diferente, que ya no es el que quieres compartir con él o con ella. Y te vas.

Entonces vas otra vez por la vida buscando a esa persona, a ese hombre, a esa mujer que se parezca a lo que somos ahora, a esta nueva versión de nosotros mismos, das vueltas por el mundo, cambiando de lugar una y otra vez, yendo a algunos incluso lejanos y, afortunadamente, no después de mucho explorar, la encontramos. Ahora la nueva figura es la siguiente: El haciendo bicicleta de montaña todos los días con la nueva fémina; y ella, la ex pareja, que no es ninguna desafortunada, visitando las profundidades del oceano con un nuevo compañero. Y así cada uno ha iniciadado un nuevo camino.

Si, como a muchos otros a mí también me pasó. Me pasó que con esta nueva persona coincidía en todo. Me apetecía salir a dar un paseo y él también lo quería. Quería ir al teatro y a él también le emocionaba la idea. Decidí cambiar el buceo por el surf y a él le pareció una excelente idea también, después de tres meses (que bien pudieron ser años) lo terminé dejando, terminé la relación, me aburrí, me empalagué…. Por su parte, mi ex, que ya salía con una ciclista de profesión y había bajado y subido laderas, montañas y demás rutas inimaginables, le fue diferente él duró un pelín más: tres meses y un día (o años con sus días).

Al cabo de los tres meses con dos días (que como ya os dije bien pudieron ser años: dos o siete pero con dos días también) mi ex y yo nos citamos en un restaurante, nos tomamos un café y conversamos de todo. Después de analizar nuestras vidas posterior a lo nuestro, charlando, llegamos a la excelente conclusión de que para ser amigos hay que coincidir en muchas cosas, en todo si se puede; pero que para ser amantes, para amarse como solíamos hacerlo, no teníamos necesariamente que ser iguales.

Lessar

Esta es la escena para enamorarse! o para echarse a llorar! Os la dejo para aquellas y aquellos que sólo piensan en que la pareja tiene que ser, si y sólo si, igual a uno.

Y no os puedo dejar sin Someone like you, que es la canción que suena en la película. Escuchadla, mi amiga Sue dice que es mi canción. Yo la pongo porque siempre terminamos hablando de lo mismo y llegando a las mismas conclusiones también. Gracias amigas por las tertulias de madrugada en el estacionamiento de buses en Andorra. Las quiero!

 

 
4 comentarios

Publicado por en diciembre 29, 2011 en historias

 

Etiquetas: , , , , , ,

A palabras necias… ahí estamos las mujeres.

Comprobado: las mujeres somos de oído crédulo y los hombres de palabras fáciles. ¿Cómo se mide el grado de inocencia? Pues cuando uno se cree más que el otro todo lo que escucha. Y sí, allí estamos las mujeres dejándonos convencer por el macho en cuestión que sólo hace que regalar palabras bonitas, sin compromiso alguno, sin soporte ninguno pero que suenan a telenovela venezolana con melodía de Rudy la Scala por detrás.

Hace no pocos días me encontraba en una cena “entre amigos”, vamos, una cena de conocidos en Kreuzberg en Berlín. Éramos tres, dos griegos y yo, la peruana. Esta era la segunda vez que coincidíamos para tomar algo y cenar. Un buen plan de fin de semana seguramente aunque para ello tuve que sentar bien las bases de nuestra conversación.

Situación I
Hombre 1 se dirige hacia mí y me dice: Me ha gustado mucho que esta vez hayas venido con nosotros, ya ves, me gusta tu compañía…

Yo pienso: imposible creerte porque la vez anterior sólo estuvimos media hora juntos, ¡no más! ¡¿Cómo que me gusta tu compañía?! Finalmente y en entre dientes resumo mi malestar con un: ya empezamos…

Hombre 1: es que me gustan tus charlas, me parecen interesantes.

Vuelvo a pensar: Mentira cochina, que la primera vez estuvimos hablando de bailes latinos y de cómo ligan los cubanos, con lo cual ¡es absurdo! ¿Conversación interesante? ¡Válgame la virgen!  (con una sonrisa aguantada) respondo: ajá… Bueno después del bar nos fuimos a Cake (disco pub muy interesante de Berlín) pero tú no fuiste.-le comenté-

Hombre 1: Es que si hubiese sabido que ibas a ir hubiera ido, por supuesto… (andá pelotudo que ya me estás llenando las bolas, como diría mi amiga Paula)

Rauda y enojada aunque con una buena educación le dije: ¡No es verdad!  ¿Por qué intentas quedar bien conmigo?. No fuiste porque no querías ir no porque yo fuera o no, tú sabías que iría (menso).

Hombre 1: No es verdad, yo no fui porque no sabía que irías (intenta que le crea!)

Yo apoyando las manos sobre la mesa, con una media sonrisa dibujada, dejando a un lado mi plato de quesadillas con queso (estábamos en un restaurante mexicano) le digo: Dí lo que quieras, me da igual, me rio porque no entiendo ese afán por mentirme o sonar como un hobby player –finalmente sonreí-

Hombre 1 (un poco nervioso): …es verdad imaginé que iríais pero no fui porque he ido como 20 mil veces a esa disco y no me gusta, la encuentro aburridísima, es más ¡no la soporto!

¡menos mal que antes iba de sincero!. Lo que me ha costado para que dijera lo que realmente piensa no tiene nombre!)

Hombre 2: miró y comió y comió y miró. Hombre inteligente.

Entonces a lo que voy, no entiendo porqué siempre nos tienen que llenar de mentiras, o ya no digamos de mentiras sino de palabras con ausencia de verdad (¿suena mejor?) ¿O es que saben o se imaginan de antemano que nos gusta que nos mientan?… ¿Qué se supone que saben los hombres de las mujeres?.

En lo personal ya no aguanto las palabritas sueltas que suenan bien y menos las ausentes de compromiso serio. Es decir, odio las palabras disfrazadas, dichas para intentar quedar bien o algo así, que buscan impresionar, disfrazando situaciones que no son reales ni por asomo, tampoco me gustan las promesas que no van a ir a ningún lado, porque nosotras las mujeres nos las creemos, no todas pero sí casi todas (mas cuando encima van en papel, es el ya no ya de la jugada, ese es un recontra jugadorazo) y luego salimos dañadas cuando caemos en la cuenta de que no son verdad y ha continuación nos han dejado o cambiado por otra a la que le han hecho las mismas promesas o les han dicho las mismas “increíbles” palabras que a nosotras.

Si tuviera que reclamarle a los hombres las promesas de amor, no habría tribunal que no me diera la razón. Las promesas debieran de valer algo, como un salvo conducto para entrar al corazón o algo así, por cada incumplida una multa o un juicio legal así nos ahorraríamos de estar ilusionando a incautas que se creen todo lo que se les dice.

Las palabras, es verdad, son bonitas y más dichas de quién nos gusta, pero ese “pata” ya “nos manya”, nos conoce, nos ha estudiado al detalle. Como dicen en mi pueblo: Estudia la situación y trabaja el sentimiento (es así verdad?). El «amigo» ya sabe qué decir, la que le funciona para hacernos caer en la red: sin embargo nosotras nos olvidamos de que la mayoría de veces las palabras se las lleva el viento, y las promesas, dicho sea de paso, también.

Tomen nota los chicos:
-Eres diferente a todas (ay que me lo voy a creer, no me compares, conchudo!)

Yo te voy a amar siempre (siempre que no se me regale otra cachondona a la que no le pueda decir que no)

-Estoy tan feliz contigo, tan bien… (aunque no mejor que cuando voy de juerga con los amigos, que cuando me pongo a ver una peli en calzoncillos rascándome por casa, cuando juego a la play station, etc, etc, etc, etc.)

Situación II
Mi amiga Joha me la contó y nos partimos de risa.

Resulta que Joha tenía, ahora ex, un novio que dizque la quería mucho, la amaba un montón, pero que no quería una relación seria con ella.¿what? ¿De qué estamos hablando? en fin… cosa de hombres. La quiere pero a su vez no quiere estar con ella. (No entiendo nada)

Van por la avenida Reforma (México) Ella le dice que le quiere. El le contesta que también pero que no puede estar con ella (sigo sin entender). Ella le dice pero yo te amo (Auch, si eso que soltamos las chicas comprometiendo el amor como si fuera el de verdad, y lo peor de todo es que encima se lo soltamos al equivocado). Acto seguido el chico se orilla a un lado de la avenida, pone las manos en el volante del carro (tal y como me lo contó) por el ojo derecho se asoma una lágrima (que termina por recorrer el moflete) y mirándola en medio del tráfico le dice: Joha tu haces que me sienta vivo, completo… Qué risas! jajajajajaja ¡¡No imaginan cómo nos reímos!!. Pensamos: Cómo se puede ser tan pendejo y tan cursi a la vez. Primero: que si que la quiere pero no desea un compromiso con lo cual tiene la oportunidad de estar con todas. Segundo: ¿Qué es eso de completo? (completamente menso resumimos) ¡Por favor! ¡si es de no creer!

Las palabras suenan bien, calientan el oído, endulzan el corazón. Las mujeres no sabemos vivir sin expresiones trilladas y repetidas infinidad de veces por los hombres. Nos encanta que nos halaguen, que nos hagan sentir únicas y estupendísimas, como si necesitásemos de esos pequeños alicientes para reafirmar nuestro propio concepto personal, porque quizás ahí radica el error, en que a veces nos acompaña una baja autoestima que busca en palabras de otro la seguridad que debiera partir de nosotras mismas. No sé si me explico. No habría que necesitar que no estén diciendo que somos las mejores para creérnoslo. Yo creo que cada uno puede medir sus capacidades, su grado de belleza, de inteligencia, nuestro punto fuerte digamos, sin esperar a que un hombre nos lo tenga que estar recordando porque se quiera hacer el galán con nosotras.

Están bien las palabras bonitas, pero si van acompañadas de acciones resultarían muchísimo mejor. Si ese “pata” de Berlín realmente quería saber cómo era un poco más hubiese venido a la disco, porque lo que importa es la compañía y no el lugar, ¿no?; y en el caso de Joha si ese chico la hubiese querido en serio hubiese decidido empezar una relación normal y seria. Es decir, si vamos a hacer oído a lo que nos tienen que decir que realmente lo que nos tienen que decir o contar que sea porque verdaderamente lo piensan, no porque lo queramos escuchar. ¿No sería más sano para nosotras mismas? Si me quieres no sólo me llenes de palabritas, demuéstramelo y no te vayas con otra, dame parte de tu tiempo que yo te daré del mío, escucha mis proyectos que yo escucharé los tuyos, sé antes que mi amante mi amigo para que si algún día me faltaras (por x motivo) podamos seguir viéndonos a los ojos con admiración y cariño. Se encantador, educado pero no un falso, pesado y versero.

En fin… este tema es de nunca acabar. Podríamos disertar horas de horas sin llegar siquiera a ponernos de acuerdo. Yo insisto en mi pregunta: ¿Qué piensan los hombres de las mujeres y por qué las mujeres esperamos nos llenen de conceptos, que en resumidas cuentas muchos de ellos, no son verdad?.

Solo una recomendación: Tened cuidado con lo que decís y tened cuidado con lo que aceptáis como verdad. Hombres buscando incautas muchísimos, mujeres buscando promesas y amores de telenovela muchísimas más.

Hasta otra.

Lessar

Y para cambiar por primera vez en esta página el tema cine. Os dejaré con Rudy la Escala. Vaya pelos de la época. A que saben de qué canción les hablo!

 
Deja un comentario

Publicado por en julio 5, 2011 en historias

 

Te quiero

Si, fui yo la que le dijo: te quiero.

Las mujeres seas o no una de las ultra enamoradísima tenemos el hemisferio izquierdo hecho mierda, inservible, estropeado o lo que sería más correcto muy poco desarrollado. Mientras los machos de la manada siguen haciendo de su hemisferio izquierdo la parte de su cuerpo al que mas echan mano para hacer de su vida lo mas practico posible, nosotras, la mujeres, seguimos sin aprender que con usar solamente el derecho, que es desde el cual surgen la pasión y la emoción, no llegaremos a ningún sitio y menos si ese sitio es solo tropezar de nuevo con la misma piedra en cuestiones de amores.

Imaginaba que después de tanto roce y tanto entendernos el chico guapo y yo estábamos ya en el punto en el que expresas abiertamente tus sentimientos. Si, ese punto en el que te olvidas de que hay que pensar mejor la situación y ver que a lo mejor nuestra víctima aún no está preparada para escuchar un Te quiero en toda regla.

Demasiadas jugarretas para decir un par de palabras ultra cargadas de contenido. Pues eso, el chico guapo y yo ya nos habíamos agarrado de la mano, paseado nuestro «nos gustamos» por innumerables salas de cine de la capital, comido en el chifa Cantón los domingo después de andar por la plaza de Armas, habíamos hecho cosas de grandes en «Cancún» y nos habíamos mirado con ojos de cordero degollado por largas y largas horas. Así que, un día, después de pasar la noche juntos, mientras nos desbordábamos de amor, le dije: te quiero y mucho.

No me lo pensé, es verdad, simplemente lo solté como señal de desahogo a tan tamaño amor creo yo correspondido. Lo así de la mano, reposé mis ojos sobre los de él, fijé mi mirada con aquella intensidad que adornan mis pocos treinta y pocos y me lanzé a desvelarme, a mostrar mi juego de mano, mis pokers y mis ases.

¿Qué que pasó? ahí les voy, ahí les voy. No me quedaré con las ganas de confesar mi momento más duro y personal denominado: «estas haciendo el ridículo total». Pues eso, me había quedado en la parte en la que le digo con el amor aflorando por mis poros: Te quiero. Luego de algunos minutos de espera, que tranquilamente podría considerar como eternos. El chico guapo me dirigió la mejor de sus miradas y, acto seguido, no pronunció palabra alguna, se quedó callado esbozándome una sonrisilla casi forzada. ¿What? que horror! Me dí cuenta entonces que había hecho la tonta y que contra todo pronóstico, por muchas saliditas de fin de semana y noches de pasión contenida, parecía que él no sentía lo mismo que yo y punto.

Bien, Lessar, me dije, no pasa nada, arráncate del lugar o si puedes tírate por el balcón de la habitación porque VAYA ESTUPIDEZ ACABAS DE COMETER. Mi cabeza no dejó de imaginar toda clase de frase «salva el momento» pero no, ninguna aterrizó para hacerme el favor de rescatarme entre colores que se me subieron al rostro y un tartamudeo incontrolado.

Después de vestirme y sentir que se me movía el piso me dirigí directamente al apartamento con Patri, si, mi amiga, esa que iba a ser la que con una botella de vino en mano escucharía mi gran metida de pata y no me juzgaría por creerme que yo era Jenniffer Cavalleri en Love Story, con algunos añitos de más, claro está. Acto seguido mi amiga, que me quiere tanto, me dijo que porque era tímido no me había respondido, que porque le resultaría seguramente super violento. Que si mas allá, que si mas acá, pero yo, que tonta soy cuando me lo propongo, me había dado cuenta que este chico no sentía lo mismo que yo, muy a mi pesar.

Luego de aquella noche pasaron infinitas más. Tantas que no logro recordar. Noches en las que no dude nuevamente en utilizar mi lado derecho y decirle Te quiero sin la sorpresa de escuchar un Yo también a cambio.

Ahora y después de muchos años, el chico guapo y yo, hemos seguido quedando, saliendo, no somos novios, sólo amigos con derecho a consumición (como dicen por aquí). Sin embargo yo sigo, y continúo diciéndole Te quiero esperando que un día, una mañana, o después de una noche en la que nos amamos me diga ese esperado Yo también, con ansias.

Dedicado al chico guapo, allí en donde estés.

Lessar

«Amor significa no decir nunca lo siento»

 
1 comentario

Publicado por en junio 23, 2011 en historias

 

De corazones rotos y Jude Law.

(tu caso, el mío)

Recogía los pedacitos del suelo. Recogía los pedacitos indigentes que habían quedado desperdigados por el suelo, luciendo como una mierda de nada, después de ese disparo a matar en que se convirtieran las palabras que me dijo en toda mi cara, sin el menor atisbo de piedad ni vergüenza alguna que se asomase a jugar a mi favor. Disparó palabras que dolieron y que me dejaron sin aire, sin ganas, sin ánimos, atosigada de rencor y de un sin entender que luego de mucho tiempo aún me acompañó como una sombra con la férrea intensión de no abandonarme nunca. Las palabras fueron directas y cargadas de dureza, agrias, ásperas pero sinceras. Me dijo que me cambiaba, que me cambiaba como unos calzoncillos a los que hay que darles de baja porque están usados, ajados, hechos mierda. Me quitaba su cariño porque había decidido dárselo a otra porque esa otra era, sencillamente, más guay que yo y punto.

¡Ay, Qué ansiedad! Qué ganas de no pensar en nada y de no querer escuchar aquella perorata a punto de continuar. Era vomitivo pero cierto. Hay quienes dicen que las verdades son duras, duelen, pero son lo mejor. Los batacazos si hay que dárselos mejor antes que después; pero después de tantos meses convertidos ya en años pienso me merecía una mejor excusa que esa, ¡Sí señor!

Pero no fui la única, no soy la única, ni seré desafortunadamente la última a la que le rompen el corazón de esa manera tan “poco fina”; a la que la cambian sin más explicaciones porque ahora entiendo, justificando esa acción, que cuando nos enamoramos esas «cosas» pasan, afloran por nuestra boca palabras que disfrazan excusas que jamás concientemente diríamos y que lo hacemos sólo porque estamos empujados por esa nueva mezcla de emociones que nos ha generado y prodigado la nueva pareja; las soltamos haciendo daño, quiero creer, sin querer, a la que o al que hasta ese momento nos ha acompañado como el más fiel de los amigos y, por supuesto, como nuestra pareja.

Los amores van y vienen hasta ahí está clarísimo, no hay duda. Uno, otro, el de más allá. Los amores de toda la vida no siempre duran toda la vida, algunas veces se nos quedan por ahí aparcados en quién sabe dónde y con quién sabe quién ¡Después de todo lo que nos cuesta encontrarlo!… Amores que dejamos partir para ir detrás de otro, para ilusionarnos nuevamente, dejando corazones rotos, qué digo rotos, ¡Rotísimos!, simplemente destrozados.

De aquí nacen los expertos, aquellos que andan de un lado a otro ilusionando corazones y destrozándolos a jirones sin medir consecuencias, alimentando ilusiones que antes vieron la luz en cuentos de infancia patéticos con princesitas hermosas y príncipes variopintos que nos contaran y que nos creímos sin lugar a dudas. Expertos en ir de un lado a otro, negociando amores, rompiendo compromisos, reinventándose en otras camas con una absoluta y total facilidad envidiable que los hace merecedores del estandarte de la “practicidad andante”.

¿Perderemos mucho en el cambio? A veces sí a veces no, a veces ganamos y a veces simplemente la cagamos y no hay vuelta atrás, el daño está hecho porque las palabras dichas se quedan en la memoria, en este caso en mi cabeza porque ahora me estoy creyendo que efectivamente no soy tan guay.

Y ahí se han quedado los pedazos, los he recogido todos, uno por uno, cuidando no perder ninguna pieza, antes los mantuve entre mis manos, los he mirado detenidamente, los he analizado y quitado el sucio que recogí del suelo, y los he metido en el bolsillo de mi guardapolvo. Espero algún día me acuerde de que están allí y que me dé por recomponerlo para que otra vez, y más adelante, me lo vuelvan a romper, pero esta vez ya habré aprendido a jugar este juego, y seguro, lo sé, no será tan terrible…

Lessar.

Me gusta mucho esta escena de la película Alfie (el más grande de los «expertos» en el arte de romper corazones de la pantalla grande) y, por supuesto, me gusta Jude Law. Y para aquellos que os gustó la banda sonora, un trozo de Od Habits Die Hard

 
3 comentarios

Publicado por en junio 1, 2011 en historias

 

Etiquetas: , ,

Desvaneciendo al chico guapo

Al garete las historias de príncipes y princesas, las historias de amor, de momentos sacados de la gran pantalla. Al vacío las novelas de Corin Tellado y los eternos romances de telelloronas venezolanas. Lanzo sobre Cupido algunos improperios, dejo de creer en Afrodita ahora mismo, no vuelvo a colocar a San Antonio de cabeza y me doy a la labor de pasar del amor y sus innumerables entresijos por cansancio, desidia y millón un razones más.

Siempre gusté de las pelis románticas. Siempre. Hasta que un día, insospechado, luego de abrazar mi almohada como si a Humphrey Bogart o Richard Gere estuviera estrujando con absoluta pasión, no me reconociese en ningún final feliz al estilo de Oficial y Caballero; cuando revisando mis propios finales de mis historias de amor parecieran mas bien una versión remasterizada de algún film cardíaco de Hitchcock.

Cuando yo tomé de la mano al chico guapo en el cine aquella tarde de enero mientras veíamos a Johson Dwayne interpretando al Rey Escorpión supe que lo tomaba para toda la vida. Supe que desde ese día estaríamos eternamente unidos y que nada, por muy malo que fuese o pasase, podría separarnos.

Que cómo se sabe eso. Pues no lo sé. Solo recuerdo que aquella vez en que lo tomé de su mano sentí que el corazón se me salía de su sitio habitual (ahora super protegido por la silicona) y que el muy cabrón adquiría personalidad propia, empezó a sufrir una especie de espasmos alborotados y que la adrenalina recorría como perro por su casa todo mi cuerpo causándome una adorable taquicardia inesperada. Una sonrisa se asomó entre mis labios y un suspiro a lo Candy hizo del momento un momento perfecto. Por todo ese cúmulo de adolescentes emociones, de incontrolables sensaciones, supe que había caído ya en las redes del chico guapo.

Si, enamorarse es lo mejor. No hay situación más buena para el pelo y cutis que el estar enamorado. Lo sabían, verdad? Amor es igual a una piel de terciopelo y una melena despampanante. Con esto no quiero decir que recurrir al botox es una muestra crucial de ausencia de amor en nuestras vidas, para nada. Pero cierto es que los momentos de alegría y bienestar emocional tienden a reflejarse en nuestro cuerpo; pero yendo más allá de un bienestar corporal, el estar enamorado es lo mejor que le puede suceder al corazón, ánimo personal y a la vida de dos en general. Eso cuando eres correspondido y querido por la otra parte.

Pasado el momento en el que el chico guapo y yo habíamos hecho ya conexión y habíamos entrelazado nuestros dedos en el cine de aquel enero, empezamos una relación, que si hemos de describirla sería más o menos como la de Francesca Johnson y Robert Kincaid, era como estar viviendo Los puentes de Madison, al compás de Doe Eyes, incluso con esas palabras tan sutiles: «Si pienso en por qué hago fotografías, llego a la conclusión de que he estado viniendo hacia aquí. En este momento, me parece que todo lo que he hecho siempre ha sido venir hasta a ti. Y no quiero necesitarte, porque no puedo tenerte. Pero este tipo de certeza aparece una sola vez en la vida» (Robert) pero, claro está, con un esperado final rosa.

El chico guapo y yo ya nos conocíamos perfectamente y todo tenía pinta de salir muy bien (qué salir mal?, no, eso, imposible); pero como el destino es como es, o simplemente las casualidades son más bien putadas, la cosa se fue al garete, la relación se desvaneció, se estropeó después de algunos años y nuestro final fue más bien una versión de Casablanca y un «siempre nos quedará el recuerdo» (porque a París nunca llegamos a ir) y poco más.

De pronto, pasan los años, y como en las sagas más malas, el chico guapo y yo ya hemos protagonizado la segunda parte, la tercera, la cuarta… a este paso creo que vamos a alcanzar en versiones a Terminator o a Rocky que es peor.

Pero como yo sé y como supe en los más profundo de mis sentimientos que yo aquella tarde de enero lo había tomado de la mano para toda mi vida, ahora, aún cuando el tiempo ha pasado, no pienso ni es mi intención soltarlo, dejarlo ahí, desprovisto de nada, porque sentiría que me falta algo, que me falta él porque sé y soy conciente que su amor pues ese, ese ya no lo tengo, o tal vez si pero solo un pequeño pedazo, pero muy pequeño, de su corazón. Si lo soltara me quedaría sin las taquicardias, sin las ilusiones, sin tener más que escribir…

Hoy, que veré al chico guapo por k-enésima vez, mi corazón volverá como aquella tarde de cine a alborotarse otra vez, la adrenalina hará lo suyo, la taquicardia intentará desplazar la silicona, mi mente se obnubilará, mi cuerpo lo deseará, y mi pelo crecerá un centímetro… pero todo, todo será en vano, porque ni él es Robert Kincaid ni yo Francesca Johson, no estamos en Los puentes de Madison, lo más probable es que nos quede, a este chico guapo y a mi y como siga así el asunto, un final doloroso tipo Closer.

Hasta pronto.

Vaya escena de la película Closer, atención! Para todos aquellos que van perdiendo el amor de a poco.

 
1 comentario

Publicado por en May 24, 2011 en historias

 

Etiquetas: , , , , ,